Han pasado 42 años desde que Muammar el Gadafi derrocara al rey Idrid I y proclamase la República de Libia. Su régimen vivió el ostracismo internacional en la década de los 80, se alineó con la URSS y con Francia y, ya en los años 90, fue admitido en organismos internacionales gracias al petróleo y los intereses económicos, pese a que siempre había proclamado que Libia era un país antioccidental y anticolonialista.
El régimen contaba con el beneplácito internacional hasta que, a comienzos de este año, comenzaron las revueltas en Egipto y Túnez. El poder de Internet y las redes sociales colaboró al esparcimiento de la revolución y las manifestaciones a favor de la libertad y de la implantación de la democracia en estos países. En apenas dos semanas, la presión del pueblo hizo caer a Ben Ali, el presidente de Túnez, y después al de Egipto, Hosni Mubarak.
El caso libio fue más complejo, Gadafi se negó a abandonar su puesto y en febrero comenzó
La comunidad internacional coincide en señalar que se trata de una transición histórica aunque existe el temor a una lucha en el seno del CNT (Consejo Nacional de Transición), entre islamistas y liberales, que en el caso de una transición pacífica y democrática se saldaría, según Moncef Ouannes, profesor de
Vídeo Youtube con imágenes CNN y TV Libia
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